Por Horacio Semeraro
Revolución, ¿qué revolución?, se pregunta en uno de los subtítulos de la obra de Vicente Massot -periodista, doctor en Ciencia Política y director del diario La Nueva Provincia de Bahía Blanca- refiriéndose a la Revolución de Mayo de 1810. Es que si por revolución entendemos al "corte tajante a una evolución que la hace marchar en sentido contrario", el ensayo es más que oportuno para recordar qué celebramos en su Bicentenario, distinguiendo el mito de los hechos históricos y dejando de lado algunas nociones consagradas, como la inevitabilidad de la misma o su carácter fundador.
Ya en ocasión de celebrarse el Sesquicentenario, la versión escolar que asigna a la gesta un carácter fundacional de la nación, y refiere a un plan preconcebido por un grupo de hombres insignes inspirados en los principios de la Revolución francesa, fue revisada por los historiadores. Sus idas y vueltas semejan múltiples vericuetos que confirman la necesidad de readaptarse a las circunstancias que vivía España con premura -como lo expresa Massot- "por razones de seguridad, conveniencia y comenzando a pensar en sus derechos".
El libro que aquí comentamos, según expresa el autor en su prólogo, "pretende reconsiderar tan sólo el estallido de una revolución que, ajena a las proclamas grandilocuentes y a las matanzas colectivas, llegó tan lejos por no saber bien adónde se dirigía".
Y aunque no procura ser una enumeración exhaustiva de los hechos, personajes y factores de distinta índole que caracterizaron el período que va desde las invasiones inglesas a la toma del poder por parte de la junta a cuya cabeza revistaba Cornelio Saavedra, compendia el proceso con las citas necesarias y suficientes para su finalidad. Prioriza en su conjunto, sí, el vacío de poder producido por la abdicación de los Borbones en Bayona como disparador de la situación, resaltando que la ruptura se dio primero respecto de un conjunto de instituciones y recién años después de Fernando VII.
En cambio, se hace referencia en numerosos testimonios a la necesidad de independencia de la Junta Central, al Consejo de Regencia y a la España napoleónica.
Se trata, en suma, de un ensayo serio que expone sus justificaciones y cuya lectura es un refrescante paseo por nuestra historia en búsqueda de la verdad individual y colectiva.
Vale el epígrafe de Pieter Geyl anotado en el comienzo del libro: "La historia es un argumento sin final".
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario